martes, 15 de agosto de 2023

Esto lleva dando vueltas desde hace un tiempo en mi cabeza

 Cuando todo comenzó yo era un niño, los primeros recuerdos musicales tal vez circulen a partir de mis 6 o 7 años.

En casa se escuchaba folclore si estaba mi padre, en cambio cuando estaba mi madre solía haber melódicos, boleros, artistas nacionales o del resto de Latinoamérica como Luis Miguel, Cristian Castro, Juan Gabriel. Crecí con esos márgenes musicales, y supongo que por ser un niño yo no juzgaba aquello, pues me parecía perfecto, no tengo muchos recuerdos de haber cuestionado aquello que escuchaba a diario.

Suelo decir que supe del rock y que me gustó algo del rock por haber escuchado en el colectivo a Miguel Mateos con la canción Tira para Arriba, aquella ocasión estaba de camino al dentista, iba con Mamá y esa canción me resultó llamativa y en sí muy interesante, y es que en casa se escuchaba radio también, de modo que tenía algún conocimiento de otros géneros musicales, que a esa edad apenas entendía que éstos se diferenciaban entre sí.

A los 10 años ocurrió un acontecimiento que marcó mi vida, mi abuela paterna estaba revisando su ropero, por algún motivo estábamos encima de ella con mi hermano, husmeando, preguntando, cuando del fondo de una pila de ropa sacó una pila de discos de vinilo. Ella nos contó que con esos discos se escuchaba música, nos enseñó como usar un reproductor de vinilos, y con ello, me enseñó un mundo musical muchos más amplio del que no imaginaba cuanto podría llegar a aprender en los años siguientes. 

Entre sus discos preferidos estaba uno de The Beatles, que de inmediato puso a girar para que mi mente comenzara a suponer que quizás eso era demasiado genial en comparación al resto de los discos de la pila que nos estaba enseñando.

Aquel día comencé a valorar el rock de otra manera, desde aquel día comencé a pensar más en el rock, comencé a informarme más sobre el movimiento británico de bandas de los años 60 en adelante, al tiempo que todavía lograba convivir con el folclore, aunque esto supondría una convivencia un tanto problemática por momentos. 

Mi adolescencia fue principalmente acompañada del Rock y algunos artistas folclóricos, pero he aquí el detalle a tener en cuenta, el rock que yo escuchaba, el que yo admiraba era de los años 6 a 90 principalmente. Me era en sí demasiado difícil poder valorar artistas nuevos, solía escucharlos, pero mi preferencia a la época de los 80 era vidente. Yo desconocí que aquella había sido la última gran década para la producción musical.

Puedo mencionar que cuando estaba terminando el secundario notaba como algunos de mis compañeros empezaban a escuchar un género para mi totalmente desconocido, ellos le llamaban reggaeton. Recuerdo que en un acto escolar lograron angustiarme mostrando como supuestamente se bailaba aquello, me costaba creer que alguien prefiriera algo tan banal como ello.

A partir de mi llegada a Córdoba mi día a día estaban acompañados por el Rock, y es aquí donde empecé a notar algo curioso.

Sucede que mientras yo era niño y en mi paso por la adolescencia yo tenía mis gustos musicales claramente anclados en las décadas de los 60 hasta los 90 y unos años después hasta algo de los 2000, pues bien, desde el momento en que me fui a vivir a Córdoba fui viendo como mis gustos empezaban a alejarse en tiempo respecto de los gustos de las personas que iba conociendo, quiero decir, yo mantenía mi preferencia musical y a lo sumo podría escuchar alguna banda de la década del 2000 y ya con más dificultad algo del 2010, pues bien, la gente que yo iba conociendo se mantenían al tanto de lo que sonaba en las radios, su preferencia era la que sonaba en radios y canales dedicados a la música, resultaba evidente que yo estaba quedando en el tiempo.

Esto no es para nada algo que me haya molestado, de hecho, solía ser una suerte de razón de orgullo para mí el mantenerme firme en las cosas que yo consideraba más enriquecedoras, y es que de una manera un poco más rebuscada también aplicaba este criterio con el cine. 

Mantener este criterio de pensamiento a los 20 años era todo un desafío para algunos que no dudaban en ceder a los gustos del momento. Para mí era algo relativamente sencillo dado que no soportaba el exceso de tonos agudos y los gritos innecesarios que encontraba en las canciones.

A mis 34 años este ha sido uno de mis temas de reflexión, hoy puedo escucharlos, bromear con las letras y la música simplista que utilizan, pero sigo muy aferrado a aquellas décadas, de las cuales sigo pensando que resulta muy difícil acercarse en términos de calidad de producción, aunque cada tanto me llevo una muy grata sorpresa con algún proyecto musical ya sea donde vivo o bien hurgando por internet. 

miércoles, 24 de mayo de 2023

Reflexivo IV

 Es inevitable no caer en la situación cotidiana de no saber que hacer, los vacíos son una sensación tan dañina.

De chico me pasaba de no saber que hacer, ponerme a pensar en que iba a ocupar mi tiempo y terminar pasándome solamente pensando en ello.

Creo que esta sensación es más molesta un fin de semana, porque es el tiempo que tengo libre, y porque no encontré forma alguna de aprovecharlo de una manera que me resulte productiva. 

No se me dan los videojuegos, lo he intentado, en los últimos años he mejorado porque he podido avanzar algunos e incluso finalizarlos, pero soy torpe, me desespero, tengo muy mala precisión en los movimientos y disparos, y si se trata de la autogestión soy incluso peor por lo desproporcionado que puedo resultar tratando de llevar un plan de rutina.

Lo que si he notado que he podido hacer con cierta calidad ha sido escuchar música, aunque me perseguí siempre con mi falta de conocimiento en el plano compositivo, algo que mejoré levemente con el tiempo.

Con la lectura y la escritura ocurre algo parecido a la música, soy de leer bastante en el año, pero siempre siento que estoy muy atrasado en lecturas de grandes autores del último siglo y del presente.

 Con la escritura mi anhelo siempre fue mejorar al punto de poder considerarme un escritor de calidad, quizás ese sea uno de mis más grandes deseos desde que soy chico.

Suelo decir a diario que el ser humano en general una vez que termina la escuela no vuelve a escribir salvo que sea para fines productivos, lo cual hace que su calidad de escritura embrutezca notablemente, salvando la lista del supermercado, realizar algún comentario en redes sociales y escribirse por chat, el humano no hace nunca un uso interesante y honroso de la escritura.


Recién estaba ansioso supongo y por eso terminé escribiendo. 

Que ejercicio sanador puede resultar la escritura, logró tranquilizarme a través de algo tan simple como redactar una nota en sentido catártico.

Durante más de una década intenté dar ritmo constante a mis blogs y nunca logré la constancia necesaria, sin duda una gran oportunidad desaprovechada. 

Probé tantas formas, siempre le eché la culpa a algo diferente, incluido a mí mismo, y es que en algún momento no había a quien más culpar. Soy víctima de mi propia desorganización.


El desorden, la indecisión, las preocupaciones, terminaron dañando un proyecto de blog que podía funcionar con tan solo una nota a la semana. 


Lo bueno es que este tipo de proyectos no están necesariamente muertos.

Era difícil remontarlos en los tiempos en que era popular, hoy solo los mantengo porque insisto en que no existe un formato de red social que permita hacer notas redactadas y organizadas como una las prefiera sin que el propio editor de la red social termine modificando el resultado y apilando el texto sin respetar el diseño, las fuentes, los tamaños seleccionados, los espacios marcados. 

En los blogs eso era posible porque el blog servía como una experiencia para practicar periodismo, la gente en el pasado disfrutaba incluso de tratar de redactar una nota respetando las formas, usos y ética periodística.

Todo parece tan remoto, las redes actuales hacen que sus publicaciones se vean tan infantiles y viciadas de errores que son puestos a propósito como formas de marcar pseudo diferencias estéticas.


Y es que a excepción de los grupos de Facebook, siento que después de un rato no mayor a 20 minutos dedicado en cualquier otra red (actualmente podría decir Instagram, Tik Tok, incluso Twitter) siento que estoy perdiendo el tiempo, que difícilmente puedan aportarme algo mínimamente productivo, algo que por lo general solo puede aportarme Youtube si lo utilizo para buscar videos de formación profesional.


Aprender a ocupar el tiempo libre en algo, desde hace años ese ha sido un desafío estresante para mi.


En otro momento tendría que hablar de lo difícil que ha sido incursionar en la fotografía con poco dinero y como pese a ello logré algunos avances, pero que sigue siendo de alguna forma una deuda pendiente mejorar en ese campo.