domingo, 13 de julio de 2014

00.00 AM, Reflexión del momento

Mi bisabuela tenía una maquina, una rueca del tipo Mapuche, un artefacto de madera para hilar lana.

Ella tomaba la lana en bruto y la pasaba por ese artefacto, el pedal que había en la parte baja hacía girar una rueda que le daba movimiento a una pieza circular con una varilla interna que enrollaba la lana ya afinada en su grosor.

Luego, ese producto resultante lo pasaba por un Huso, también del tipo Mapuche, el cual, cuan rombo lo hacía girar y enrollar la lana hasta dejarla lo mas fina y útil posible para garantizar un buen tejido.

Mi mente en este momento parece una Rueca del tipo Mapuche.

Conozco a alguien, empiezo a hablar, a indagar sobre su pasado, sus alegrías y sus miedos.

Tomo esa historia en bruto, le hago preguntas, extraigo conceptos parciales, busco el origen de cada situación, y si no encuentro el origen de esa situación trato de llegar lo mas cerca posible a ese nacimiento.

Una vez cumplido ese proceso miro a la persona a los ojos y ya no puedo verla igual a como la conocí.

Ahora ese individuo es un sujeto con una razón de existencia. Ya no es un simple ente andante por las calles de la ciudad.

Ahora ya se porque sonríe, porque se angustia. Ahora se porque se alegra y porque tiene miedo.

Eso es lo que hago cuando conozco a alguien, suena obsesivo quizás si uno lo mira desde un lado simplista.

Pero pienso también que si se pretende la amistad, la complicidad de una relación cercana, es necesario tener ese gesto de acercamiento, es necesario que sea uno mismo el que se preocupe por saber el origen de esas sonrisas, o de esas lagrimas.

Yo entiendo lo dinámico y rápido de estos tiempos, pero creo sinceramente que debería estar prohibido llamarle amigo a alguien si no se conoce bien a esa persona.

(Sujeto a modificación)



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