sábado, 9 de enero de 2021

Reflexivo III


14:20 hs

La ansiedad, el nerviosismo, las inseguridades, el desgano, la fatiga, llevan a uno a dejar pasar posibilidades y situaciones a lo largo de su vida, y mientras uno es joven eso no parece ser algo muchas veces de niveles mayúsculos, porque uno piensa que seguramente ya habrá momento para encarar aquella idea momentáneamente pospuesta, pero de grande, pasados los 30 diría, aquello que uno pospone al principio puede no tener tanta importancia aunque solo pensar unos días después la idea comienza a perseguirlo.

La conciencia sobre el tiempo y la finitud de éste resulta inevitable.

En lo que a mí respecta, haber decidido realizar cursos de tareas manuales fue una manera de encontrar conocimientos prácticos útiles, rápidos de incorporar y que me ayudaron a entender mejor a aquellas personas que encuentran un estilo de vida cultivando aprendizaje y placer en actividades no académicas.

Fui descubriendo que mi mente se había obsesionado de a poco a lo largo de los años con la idea de obtener un título, a sabiendas de que aquél proceso seleccionado como forma de estudio llevaba años acumulando fracasos.

Había llegado al punto de no poder entender como era que la gente hacía para sobrellevar su día a día sin titulación académica alguna a sabiendas de que no crecerían económicamente, no de manera notable manteniendo ese método de trabajo.

El tema de la escala salarial y hasta el cómo eso podía influir en las relaciones sociales se había convertido en un problema en mi mente, un problema muy estúpido porque en realidad todo se provocó como una concatenación de pensamientos, porque la idea del crecimiento económico nunca me pareció tan importante, me importaba que mi futuro emprendimiento personal progrese; pero todo empezó por un pensamiento y una conducta obsesiva aplicada sobre ese pensamiento.

Lo de la conducta obsesiva lo menciono porque me lo mencionó mi terapeuta, y a esta altura creería que no es discutible, supongo.

Entre tanta falta de resultados favorables en cada carrera que encaré, los cursos me devolvieron el ánimo y me llevaron a pensar que podía ser útil en otros ámbitos, dado que a nivel laboral mi suerte también venía siendo bastante esquiva.

Pero hay una diferencia respecto a las charlas y capacitaciones que años atrás realizado, las charlas y capacitaciones las había hecho casi en su completa totalidad con el fin de sumar puntaje docente.

Dejé de lado esa idea de formación cuando supe que una modificación del ministerio de educación de la provincia disponía que para acceder al cargo de preceptor, aunque fuera como suplente había que tener un título de profesor. En ese momento enterré la idea de seguir formandome de esta manera.

Los cursos, en cambio, buscaron la idea del puntaje docente hasta la llegada de la normativa de la provincia, pero a partir de la misma mi enfoque de formarme se mantuvo casi detenido porque la mayor parte de las cosas que he realizado ha sido por la vía gratuita, exceptuando dos cursos de preceptor y algunas charlas.

Pero en el año 2018 creo que fue, comencé con la idea de mejorar mi formación en conservación de archivos, y a partir de ahí intenté darle continuidad a esa formación, aunque aquello no tuvo mucha efectividad por culpa de mi pobre constancia.

A partir de la pandemia volví a la idea de los cursos de conservación de archivos y, de rebote conseguí poder realizar un curso de encuadernación.

Los cursos de GO entran en un anhelo relativamente reciente.

La sensación de aprender algo y de empezar a formas parte de una comunidad fue una motivación enorme definitivamente.

Lo importante es llegar a dentro de unos años sin esa horrible sensación de haber dejado pasar el tiempo y haber desperdiciado posibilidades.

domingo, 9 de junio de 2019

Hace años que no escribo una sola línea


Aunque para ser sincero, lo poco que escribí nunca paso de los borradores.

Llevo meses, años, prácticamente desde el momento en que hice la última publicación, tratando de pensar material para un próximo escrito.

Y nunca paso de ese pensamiento.

Ahora intento romper con eso.

Demasiadas distracciones para una mente que se dispersa con una notable facilidad.

Decidí buscar la inspiración, de modo que ayer a la mañana fui al Mercado Norte, y entre las compras sume una botella de whisky, un natural detonador de inspiraciones.

Pasaron las horas, lo que mas sumo fue la dispersión pero no la inspiración.

Preparé arroz al estilo japonés, preparé caramelos de goma. Me senté a esperarla, pero ella no llego.

La inspiración se demoraba en llegar a mí, como la primavera a mi corazón.

Nada.

Busco música. Poco tan inspirador como la música, pero mi inmensa colección de discografías no arroja disparadores importantes para la ocasión.

Subí a la terraza del edificio, realice algunas tomas fotográficas, presencie la antesala del atardecer, y volví al departamento.

Finalmente la noche comienza a anunciarse. Y mi mente sigue en blanco.

Destapo el whisky,.

Escucho a Liam Gallagher.

Busco discos de Noel.

La noche transcurrió en una secuencia de videos de Oasis y de ellos como solistas.

El frío de la madrugada me recordó las tantas en bar Zombis, y aquel amor de una ocasión, y que luego volvió por otra ocasión, y que luego no volví a ver.

El sol regreso, la mañana se anunció.

Ahora suena Noel, mientras me preparo el desayuno y decido que es momento de tomar el cuaderno.

Tengo que salir adelante con esto, como solo Liam supo hacerlo en los últimos dos años.

Comienzo a escribir, catarsis reflexiva que alivia la mente, derramamiento pobremente ordenado de tinta que sirve para tranquilizar mis pensamientos.

Y es así, como el ejercicio de improvisación concluye después de casi cuatro años sin escribir. 



Para este ejercicio de improvisación use como material de inspiración la frustración del vacío creativo; una escena del tomo uno del manga Slam Dunk de Takehiko Inoue, donde el personaje principal pronuncia la frase "la primavera ha llegado a mi corazón" al descubrirse enamorado de la joven Haruko Akagi.

También use como inspiración mi rutina de compras en el Mercado Norte, un lugar que logra transmitirme la sensación de los mercados de puestos de otros lugares del mundo.

La salida a la terraza fue un intento más para sumar a la inspiración.

La trayectoria de los hermanos Gallagher, tanto en Oasis como en solitario siempre me ha parecido un autentico y muy admirable ejercicio de auto superación.

Aunque, en realidad, todo el éxito podría atribuírsele solamente al whisky, gran inspirador para la poesía y la literatura europea, logró traer a mi mente recuerdos de momentos fugases pero hermosos. Lo que puede hacer un poco de malta y grano destilada y conservada en roble quemado con azúcar.

Esto es todo, y a la vez no es nada.




sábado, 3 de octubre de 2015

Reflexivo II


Cuando me trajeron a estudiar, yo no pensaba que la adaptación sería tan difícil, yo entendía que ya no estaría con mi familia y pensaba que no había mucho de que preocuparse, me llevaban a otra provincia, dentro del mismo país, no tenía que costarme tanto.

Pero el día a día fue convirtiéndose en un mundo muy caótico.

Yo en el sur tenía mis dificultades pero sabía manejarme.

A mi no se me había ocurrido nunca que venir al norte me acarrearía tantos inconvenientes.

Ir a comprar una lata de choclo, un poco de queso y una pascualina para hacer una tarta derivaba en tener una conversación casi obligada con el almacenero sobre como estaba el día, sobre si veía fútbol, de porque yo alentaba a un equipo de buenos aires y no a uno de mi provincia. Eran muy entrometidos en los temas de uno.

Todo tenía una broma, todo eso me cansaba.

Yo odiaba que me llamaran gringo, porque así me llamaba un tipo que había estado en pareja con mi abuela, cuando el idiota sabía que no me gustaba que me llamaran así. Acá, "gringo" paso a ser mi apodo principal.

De pronto se acabaron las ganas de convivir.

Como los odiaba.

Cuando hablaban, rápido, deformando la pronunciación y llevándola casi a lo inentendible para mí.

Se ahorraban las consonante de casi todas las palabras, y eso me obligaba a adaptarme a lo que parecía una lengua totalmente nueva y nunca enseñada en la escuela.

Y su sentido del humor, todo provocaba la gracia y las risas exageradas, yo que venía de la cuna nacional de la seriedad y la mirada firme no podía soportar semejante desborde de sonrisas.

No podían pronunciar mi segundo nombre porque al ser mapuche, la pronunciación les resultaba confusa, y por ende ni siquiera hacían el esfuerzo por intentar mencionarlo al menos una vez.

A los bizcochos de grasa les decían "criollos" y eran el sustituto de todo al momento del desayuno y la merienda y cuanto ocasión de tomar mate hubiera.

En las panaderías no vendían tortas fritas, en la mayor parte de ellas solo encontrabas "criollos".

¿Como carajo me adapto a esto? pensaba yo muy internamente.

El tiempo me enseño.

Cuando me canse de tropesar y golpearme con los mismos problemas de siempre, cuando asumí que no podía seguir viviendo como extranjero en mi propio país por no querer aceptar las costumbres de otros connacionales, por mas que ellos no quisieran aceptar muy del todo las mías.

Cuando entendí que no podía seguir persiguiendo sueños de allá, estando yo acá.

Ahí me encontré. Y me dolió. Y me sentí un poco solo. Quizás muy solo.

Y ahí acepte que necesitaba conocer gente de acá, y empezar a aprender.

Porque eso es la vida, un ida y vuelta permanente, pero siempre aprendiendo.

Acepte empezar a hablarme con aquellos que me hablaban y yo ignoraba.

Comencé a juntarme con ellos a estudiar y a comer cada vez que era posible, ya que hasta el momento me hablaba por lo general con chicos de otras provincias y principalmente de mi provincia natal.

Conocí varias caras en una misma ciudad, la de la vida "bien" de Nueva Córdoba, la de vida "normal" en los limites del centro y los barrios aledaños, y la vida sufrida en los margenes de la ciudad.

Así viví varios años. Ame las luchas de Alberdi, las luchas del "Pueblo de La Toma", las tome como bandera propia, aunque no lo fueran quizás.

Me volví interesado en saber por la vida de quienes no tenían escuelas y hospitales decentes, de quienes padecíamos un transporte con paros sorpresivos que nos dejaba a mitad de camino del destino deseado.

Me volví adicto al "Paseo de los Artesanos", empece a sentir la necesidad de peregrinar sus calles y pasajes de manera rutinaria y religiosa todos los fines de semana. Empece a comprender que ese lugar me transmitía una enorme calma.

Con los años llegue a la necesidad de aclarar mi mirada política. Pero tarde en mostrarlo públicamente, tarde siete años en hacerlo.

Y cuando llego el momento y pude en aquel papel de militancia ver que lo que yo conocía en realidad era mucho mas complejo, comprendí que no me había alcanzado el tiempo, y que quizás lo desperdicie enojandome sin sentido.

Cada nueva persona me enseño una razón para sonreír, me explico que siempre había motivos para juntarse y expresar la alegría de una amistad.

Entonces lo asumí, empece a reír mas seguido, empece a mirar de manera optimista, a sonreír y agradecer la oportunidad de conocer a cada uno de los que estaban cerca mío.

Y mi tonada sureña de pronunciación neutral y seca acepto algunos términos naturales de acá.

Ahora ya aceptaba cada broma con humor, disfrutaba de cada chiste y las diferencias culturales ya no era una barrera natural para mí; ya no existían ahora.

Asumí que el "Paseo de los Artesanos" era mi nuevo "Lugar en el mundo".

Entendí que todo este tiempo me había equivocado.

En realidad yo venía de la cuna nacional de la antipatía y al parecer había sido el líder de esa región.

Valoré cada encuentro. Valoré cada momento. Comencé a sentirme uno mas entre el montón.


No puedo creer lo que voy decir, de hecho nunca pensé que iba a hacerlo:

Voy a extrañarlos mucho cuando ya no este mas acá.


domingo, 24 de mayo de 2015

Todo en exceso hace mal

Recuerdo cuando en ocasión de unos dolores que tuve en el pecho decidí que iba a empezar a hacer ejercicio, no tuve mejor idea que comunicarles la decisión a algunos amigos y conocidos.

Algunos, profesionales de la salud, y otros, profesionales del deporte, aplaudieron la iniciativa. Y una en particular me hizo hervir la sangre de bronca.

Resulta que al contarle, me salio con "si, y a hacer abdominales hasta que se noten los cuadraditos".

Obviamente le critique lo básico de su razonamiento, pero ella se defendió diciendo que hoy en día si bien lo importante es lo de adentro, nadie se fija en vos si por fuera no te ves muy bien, y que en realidad la imagen lo es todo para llamar la atención del otro.

¿Como aceptar semejante banalidad?, ¿como se puede ser tan necio para decir semejante estupidez?

Ella insistió con su teoría, incluso menciono una ocasión en que una compañera suya de trabajo fue a comprar a un negocio, que yo la atendí, que identifique donde trabajaba y que le hice enviar saludos a través de esa chica. Entonces me dijo que cuando le comunicaron del mensaje la muchacha le dijo "presentamelo" haciéndole un guiño de ojos; y de ese modo defendió la idea de que me faltaba mejorar un aspecto débil en mi: mi estado físico.

Al margen de la historia ridícula que uso de excusa para potenciar su pensamiento, es interesante oír eso, encontrarme con un planteo que señala que la apariencia construye la personalidad, que el tener cuerpo trabajado nos dará mas seguridad.

Tengo años escuchando eso, y por eso mismo es que estoy convencido de que esa lógica funciona casi al revés.

No hace falta tener un cuerpo totalmente tonificado, lo único necesario es tener una rutina alimenticia equilibrada, respetarla, y ejercitarse en lo mínimo para mantenerse en buen estado.

El deporte en exceso es un absurdo tan grande como nocivo para la salud.

Desde que soy adolescente vengo defendiendo que el cuerpo tiene una utilidad, que la rutina sedentaria lo daña enormemente, que es necesario ejercitar ciertos músculos para evitar dolencias y problemas mayores a futuro.

Ahora, siempre deje en claro que mi defensa a hacer ejercicio tiene que tener un buen motivo, ir al gimnasio y entrenar partes del cuerpo que no necesitas entrenar, aplicar hipertrofia por la sola maña de hacerlo es generarse daños al largo plazo.

¿Cual es el problema con que alguien se sienta cómodo con su cuerpo?

¿Cual es la necesidad de perseguir la aceptación del otro? Incluso de personas que ni siquiera te conocen.

¿Realmente vale la pena?

¿Cual es el sentido en verdad?

¿No será que en realidad en la búsqueda de ese "cuerpo perfecto" se esconde un verdadero miedo?, ¿un miedo al estigma social?.


sábado, 23 de mayo de 2015

Fragmento 4

¿Así que eres feliz viviendo de ese modo tu vida?

¿Serías así de feliz si no tuvieras todo lo que ostentas?

¿Tu felicidad pasa meramente por lo material? ¿Pasa por seguir tendencias momentáneas de moda?

¿Alguna vez te han hablado de que en la simpleza se encuentra la verdadera tranquilidad?

¿Serías feliz si no tuvieras todo lo que tienes?

¿Estarías igual de tranquilo contigo mismo como lo estas ahora?